Sherlock Holmes

Un versión muy distanciada de la imagen que ideó Sir Arthur Conan Doyle. El Sherlock Holmes es mucho más pendenciero y aficionado a la lucha, donde con su conocimiento de anatomía y su puesta en forma de unos reflejos excepcionales resulta invencible. Así mismo las deducciones sobre las evidencias resultan muy gráficas y tan sólo cuando descubre la identidad de la prometida de su sempiterno acompañante doctor Watson, está a la altura del verdadero detective.
Watson también cambia de registro, abandona su rol de Sancho Panza, de contrapartida del genial Sherlock para ser un veterano soldado curtido en la batalla con métodos poco caballerosos y en continuo conflicto con su fidelidad hacia su amigo y otros fines.
Los malvados no tienen una solidez suficiente para ser creibles. A penas hay misterio en lo que acontece, y toda la trama se fundamenta en una y otra vez tratar sobre el mismo caso.
Otro aspecto desconcertante es la misogina olvidada de Sherlock, que por contra está totalmente a merced de los encantos de una cautivadora ladrona.
El abuso de los flash-back ralentizados y la doble visión de los signos y la interpretación simbólica de la misma escena, duplica la duración de casi todos los planos, ya que requieren de una duplicidad gráfica explicativa, porque no se muestran adecuadamente los detalles en la primera ocasión.
Se echa de menos que el espectador tenga la posibilidad de actuar como detective. Tan sólo es posible dejarse llevar esperando qué es lo que vió Sherlock y nunca se mostró al espectador. De esta manera el misterio de la obra no se transmite al espectador que simplemente es eso, frente a los trucados alardes del detective.

La historia no se basa en ninguna de las obras originales del autor, aunque sí contiene elementos que aparecen, como el recorrido por el Támesis en la barcaza, y los ambientes más paupérrimos de Londres.
Tal vez el mejor parado sea el inspector Lestrade.

Para muestra un botón: "Holmes nunca diría 100 metros a la derecha"